viernes, 1 de agosto de 2008

Aún estás aquí

Ya, en la tarde,
se que no será.

La noche
pondrá el delirio
en la penumbra,
y yo,
que anhelo
ancioso
el nuevo día,
comenzaré
a pensar
de nuevo
entre las sombras,
que hecha fe
la ilusión renacida,
tendrá su nuevo brote;

Y volveré a ceer,
a imaginar...

A afirmar
convencido
que aún estás aquí...

A Pablo Arapé.
Fortunato Hernández Sierralta
Julio de 2008

Carora es mi pasión

Te llevo en el alma.
En mi interior te siento
con el galope atropellado
de mi sangre
y el palpitar apresurado de mi pecho.
Cuando te vivo,
como ya es mi costumbre,
tu figura se agiganta
en mi imaginación;
y cuando te sueño,
que es siempre,
me acurruco
para dejar que me enternezcas
con el amor que das sin vacilar

Te oigo
en el silencio
repetido de las voces
ahogadas que no alcanzan
a hacer valer sus ecos.
Hay murmullo
de hastío
y de esperanzas
en el trajín
y en el desasosiego
de quienes no te encuentran,
y te notan
distante,
lejana,
con manos que no alcanzan.

Te contemplo.
Hay en ti el atractivo
fascinante
que ronda mi embeleso.
te imagino, y al hacerlo ,
me embriago
en la ternura
que brinda
la nostalgia.
Y en las tardes,
si lejano me encuentro,
evoco tus memorias
para seguir viviendo
en tu presencia
al menos de recuerdos.

Estoy allí,
en donde tu existencia
vibra cual razón necesaria.
Donde te encuentres
habito igual que tú.
Invitado perenne
permanezco en tu esencia;
y así ha de ser,
soy llama inextinguible
que alumbra tus caminos.

En la penumbra,
cuando ya me adormezco
y fabulo entre sombras,
tu presencia
se hace noche
al costado
del calor
impulsivo
en que abrasa mi vida,

Y allí, vecina de mis sueños
habitas junto a mí
y mas te vivo.

Tómame,
soy tuyo,
y si prefieres
haz de mi entrega
un sudario
para enjugar tus lágrimas.
Y mójame.
Y báñame
en el dolor
que te acongoja.
Yo absorberé
la hiel con que te hieren
y sanaré la herida
que te infieren
rindiendo mi existencia
tan solo por salvarte.

Te oigo aún,
y se que estás allí
sin abdicar.
Tú aguardas.
Tu silencio
es de espera.
Y al final,
con tu triunfo
gritaré mi victoria.

Una y otra vez volveré.
Una y otra vez
desandaré mis pasos
al regresar a ti,
y aquí,
sembrados
como están
mi recuerdos,
de tus profundidades
renaceré de nuevo
en los hijos
que te doy ciudadanos
para seguir en ti.

Entregaré
victorioso
a tus entrañas
mi cuerpo descarnado
y hecho polvo
seré tu misma tierra.


Fortunato Hernández Sierralta Septiembre de 2003